sábado, 6 de abril de 2013

De dardos y ladridos

 
 
No me afecta que el viejo dictador,
al modo de los gánsteres mafiosos,
me acometa con dardos venenosos
creyendo que me infunde algún temor.
 
Por contra, sentiría gran horror
si este tipo, de pasos sospechosos,
me propinara halagos generosos:
eso sí que sería un deshonor.
 
Ladran los perros: cabalgamos pues,
suele decirse en caso semejante;
y qué verdad este proverbio es.
 
Ladre, entonces, el más grande tunante;
que ladre y ladre igual que un gran danés:
señal de que camino hacia adelante.


1 comentario:

  1. hay gente con la que uno no debe caminar nunca y menos tener con ellos tratos.
    Me gusto tu soneto, muy bueno.
    Un abrazo.

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