martes, 12 de octubre de 2010

Elogio del dolor de pies (Soneto 174)


Un zapato que aprieta, mal hormado,
que al andar va formando sobadura,
constituye una infausta y cruel tortura
que a cualquiera lo tiene trastornado.

Pero un mal que te deja tan baldado
es albor de la más grata dulzura
que puede disfrutar una criatura
en su existir tan duro y despiadado.

Porque no se halla gozo más ameno
que quitarse a la vuelta los zapatos
y sentir que el dolor ya te es ajeno.

La vida tiene iguales correlatos:
siempre viene la calma en pos del trueno;
tras de los malos, vienen buenos ratos.



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