domingo, 22 de agosto de 2010

Paloma (Soneto 123)


Recuerdo que la noche era de luna,
de luna blanca y rosa, grande y llena.
Tu madre deslizó, fuerte y serena,
tu cuerpo desde el vientre hasta la cuna.

Un llanto me llamó, sin duda alguna;
vagué por un pasillo, ya sin pena,
y al poco recibí, de mano ajena,
tu luz, que fue mi luz y mi fortuna.

Y cambió mi vida, mi soñar,
mi despertar, mi afecto, mi sufrir,
mi rumbo, mi alimento, mi esperar...

Y ahora estás a punto de partir
al mundo del perder y del ganar.
¡Bendiga Dios tu vida por venir!

(Ver soneto 226)


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