sábado, 29 de mayo de 2010

Van Gogh (Soneto 38)


Un sol de fuego y cadmio que ilumina
las ramas de cipreses ondulantes
derrama pinceladas enervantes
sobre un campo que forma la retina.

El aire se revuelve en la colina
movido por pinceles trepidantes
que una mano de nervios lacerantes
empasta con rabiosa disciplina.

Los cipreses apuntan a ese cielo
que negó la salud al trastornado
en cuya vida no paró el consuelo.

El sol irradia luz, calor y enfado,
lacera el corazón como un flagelo
y baña con ardor montaña y prado.

Pobre ser desquiciado.
Profetizó el arte venidero
a costa de pasión y desafuero.

(Ver soneto 37)



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